domingo, 3 de febrero de 2013

Qué somos?

¿Qué somos? Una indagación minuciosa y atenta nos hace caer en la cuenta de que no somos nada que podamos observar (cuerpo, sensaciones, sentimientos, emociones, pensamientos, circunstancias…), porque todo ello no son sino objetos dentro del campo de nuestra consciencia. Pero lo que somos no es ningún objeto o contenido de la consciencia. Somos el Sujeto que ve, Eso que observa y que no puede ser observado. Por eso, solo conocemos lo que somos, en la medida en que lo somos. No se trata, por tanto, de un conocimiento conceptual –que únicamente sirve para el mundo de los objetos-, sino de un conocimiento por identidad: puedo conocer quien soy precisamente porque lo soy.
Y Eso que somos tiene mil nombres, todos metafóricos, que quieren apuntar a nuestra realidad inefable: Vacío original, Plenitud desbordante, Consciencia desnuda, pura Atención, Presencia ilimitada, Quietud, Gozo, Amor…

¿Hacia dónde caminamos? Hacia ninguna parte. No hay camino porque no hay distancia. Lo que somos es ya Aquí y Ahora. Un antiguo dicho zen nos recuerda: “Si tenéis el menor deseo de ser mejores de lo que ahora sois, si os afanáis, aunque solo sea mínimamente, en la búsqueda de algo, ya estáis yendo contra el no nacido”. Si tuviéramos que buscar o alcanzar algo, eso sería señal de que no lo somos; habríamos caído en la trampa del ego y del dualismo. Pero todo es Ahora.
Un místico cristiano medieval escribía: “Si no lo buscas, lo encontrarás”. Actuamos convencidos de que la plenitud no-dual está ausente (fuera y en el futuro). Pero la realidad es que esa plenitud es todo lo que existe y no hay lugar donde no esté. No hay modo alguno de acercarse más; ni de alejarse tampoco. El Sí mismo (o Yo Soy) –el Fundamento último de todo lo que existe, y que constituye igualmente nuestra misma identidad- no es una realidad que resulte difícil de alcanzar, sino, más bien, un estado del que resulta imposible escapar.
No nos falta nada, no hay alguien que tenga que ir a algún lado. No hay un lugar adonde ir. Si no nos movemos, ya hemos llegado.

¿Qué nos falta? Una sola cosa: reconocerlo, caer en la cuenta o –como afirman todas las tradiciones de sabiduría- salir del sueño de nuestra mente (ego) y despertar.

Enrique Martínez Lozano

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